“Nos habíamos hospedado en la mansión de Lady honor O´bryan, donde permanecimos tres noches. La primera noche, encontrándome en la habitación que me habían destinado, hacia la una de la madrugada me despertó una voz que parecía sonar fuera de mi ventana.
Aparté la cortina y a la escasa luz de una luna menguante, pude divisar la silueta de una mujer vestida totalmente de blanco, con el pelo rojo y el rostro pálido y cadavérico, que en un susurro cuyo timbre jamás había oído, musito por tres veces: Un caballo…, un caballo… un caballo.
Y a continuación, con un suspiro estertoroso, mas gemido que aliento, despareció entre los setos que bordeaban el río.
Estaba tan asustada que se me pusieron los pelos de punta, de modo que corrí a la habitación de mi padre y lo desperté, contándole lo que me había pasado.
Demás esta decir que ninguno de los dos volvió a dormir aquella noche, hasta que, hacia las siete, bajamos a desayunar y la dueña de la casa nos comentó que no se había acostado en toda la noche, pues la había pasado acompañando a un primo suyo que se encontraba en trance de muerte, a causa de haber sido arrojado de la silla por un potro que había intentado domar.
Desafortunadamente, falleció a las dos de la mañana. ¡Ah! Y espero que no hayan tenido ninguna molestia durante la noche –agregó Lady O´bryan en forma casual-, porque es costumbre de la región que, cuando alguien de la familia se encuentra próximo a morir, una forma de mujer vestida de blanco y con el pelo rojo, se aparece en alguna ventana, todas las noches, hasta que la persona deja de existir.
`Cuentan que esta mujer –continuó la dueña de la casa-, hace ya muchísimos años, quedó embarazada del dueño de esta mansión, quien la asesinó en ese mismo cuarto donde usted se encontraba, Lady Fanshawe, y que luego la arrojo al rio que pasa debajo de la ventana.
Deberá disculparme, pero la preocupación por mi primo hizo que no pensara en ello cuando la aloje allí, pues esa es la mejor habitación de la casa´.
Ni que decir tiene –concluye Lady Fanshawe- que mi padre y yo no perdimos demasiado tiempo en buscar una excusa para continuar nuestro viaje, alejándonos lo más pronto posible de aquella casa”.
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