martes, 1 de junio de 2010

La llorona

Las primeras versiones de la llorona como la conocemos datan de la época de la conquista y nació entre las calles desiertas y desoladas, la primera dice así:


Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México se recogían en sus casas con el toque de queda, avisado por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadisimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico.

Las primeras noches, los vecinos se resignaban a santiguarse por el temor que les causaban aquellos lúgubres gemidos, que según ellos, petenecían un ánima del otro mundo; pero fueron tantos y tan repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello. 


Primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir a las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las oscuras noches o en aquellas en que la luz pálida de la luna caía como un manto vaporoso lanzaba agudos y agónicos gemidos.


Vestía la mujer un traje blanco y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad, cada noche tomaba distintas calles, pero siempre pasaba por la Plaza Mayor (hoy conocida como el Zócalo de la Capital), donde se detenía e hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento en dirección al Oriente; después continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo y al llegar a orillas del lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía entre sus aguas.


"La hora avanzada de la noche, - dice el Dr. José María Marroquí Docto investigador, novelista y filosofo Mexicano- el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer llegando al lago, como si se sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona."
 
 
La otra versión de que dice que esta mujer era indígena, que se enamoró de un caballero español o criollo, y que tuvo tres niños con él. Muchas personas dicen que no llegaron a formalizar su relación, y el caballero se limitaba únicamente a visitarla, el mismo hombre era el que evitaba casarse con ella.


Tiempo después este señor se caso con una mujer española, y su relación con la "Llorona" empezó a darse por finalizada.


Cuando la Llorona se enteró de tal matrimonio. Enloqueció y mató a sus tres hijos en un río, al reaccionar y ver lo que había hecho se suicidó.

Desde aquel entonces, su alma está en pena y grita "Ay, mis hijos".



Desde aquel entonces ya son muchas las personas que la ven cerca del río donde mató a sus hijos y se quito la vida.



- Unos dicen que flota; otros, que no tiene rostro. Son pocos los que la han visto, sin embargo. Los más, han escuchado su quejido lastimero:

“Ay, mis hijos”.


Se dice que la Llorona ha arrastrado su desgracia por miles y miles de kilómetros y aún ahora se escucha en pueblos de toda América latina, sus llantos lastimeros rompen el silencio de las noches tranquilas han sido incluso presagio de desgracias según sus oyentes.
 
La leyenda seguirá envuelta en el misterior y si desean sacarse el clavo, son bienvenidos a visitar los lugares donde la Llorona a aparecido claro, si se atreven.
 

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