
Era el 31 de marzo allá por 1970, la ciudad se levantaba y comenzaba su vida diaria, su rutina ganada en años de trabajo y de sociedad, ya atrás como parte de la historia había quedado un relato del sismo que en 1730 destruyo Yungay desapareciendo a 1,500 personas, ahora en el siglo XX con las preocupaciones reales había mucho por hacer y había que seguir adelante; al menos ese era el pensamiento de toda una ciudad, sin embargo nada hacía presagiar que muy en lo profundo se cocinaba una gran catástrofe pues ese día la naturaleza mostraría su rostro más fiero.
Eran las 3:45 cuando en todo el Perú la naturaleza hizo acto de presencia, un sismo de 7.8 grados en la escala de Richter encontró su momento cual tuvo su epicentro frente a las costas de Casma y Chimbote en la costa peruana, cuentan los relatos de quienes lo sintieron que las casas y los edificios parecían serpientes en un vaivén que no tenía cuando parar pues tuvo una duración de 45 segundos.
En todo el territorio peruano se espero hasta que acabara hubo desastres independientes en la mayoría de construcciones antiguas aunque tambien afectaron casas modernas, pero muy arriba en el nevado más alto de Perú un glaciar de uno 1,000 metros de ancho por 1,500 de largo había sentido la magnitud del sismo resquebrajando su asidero y desprendiéndose hasta lagunas glaciares rebalsando el agua (se calcula que el agua se movía a una velocidad de 200 km/h y que se desprendieron 10,000 metros cúbicos de hielo y piedras).
Ya había pasado lo del sismo, había un grupo de gente que se encontraba en el estadio, unos niños que habían asistido a un circo ambulante llamado Verolina en fin todo volvía a la normalidad, cuando un bramido se escucha a lo lejos y se ve la imparable ola. Un alud gigante que avanzaba tragándose todo a su paso, barro mezclado con arboles piedras y algunas casas que encontró en su camino era la vista mortal que se veía venir. Los que estaban cerca al cementerio que era una fortaleza Inca en una zona elevada pudieron salvarse, al igual que los niños que asistieron al circo y los que estaban en el estadio por ser las zonas más seguras y elevadas, hubo mucho ruido, gritos y después solo silencio. Una niña relato como su madre no pudo seguirle el paso mientras se dirigían al cementerio y le dijo que corriera nomas, así lo hizo, llego a subir a la fortaleza, al voltear ella ya no estaba solo había un bramido de piedras y escombros que avanzaba devorándolo todo. En un segundo 25,000 personas desaparecieron dejando un paraje desolado de destrucción y horror. Con los medios de comunicación destruidos así como la ineficiente reacción inicial no se pudo hacer mucho, no solo Yungay había sufrido, también desaparecieron y se vieron afectados varias comunidades y pueblos en todo el callejón de Huaylas, se calcula que fueron sepultados más de 80,000 personas en lo que se considero como el peor desastre natural que haya golpeado la zona central de Sudamérica. Fue un momento también en que las personas se dieron la mano y varios países así como organizaciones en todas partes del mundo brindaron su ayuda aunque la falta de caminos pues habían sido destruidos obstaculizo en gran medida las ayudas posteriores así como la rehabilitación de toda la zona. Después de esta tragedia 2 años después, se crea el instituto nacional de defensa civil en Perú para ayudar a prevenir desastres futuros.
Yungay fue nombrado como “capital de la solidaridad internacional”, en donde antes hubo una ciudad ahora se levanta el cementerio, los cuerpos siguen enterrados así como la ciudad completa de la cual solo tienen memoria los sobrevivientes de la mayor catástrofe conocida en esta región.
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