
Era el año 944 y entre Ripoll y Campdevánol una gran mansión
estilo militar se mostraba, era el castillo del Conde Arnau, un caballero de
costumbres maliciosas, al que al parecer no le importaba la moral, ni la
desdicha ajena, solo estaba siempre procurando satisfacer sus placeres y deseos
que no eran pocos.
Existía en ese tiempo un convento de las abadesas en Sant
Joan fundado por Vifredo el Velloso (Guifré el Pilós) siendo la hija del Conde
de Barcelona la primera abadesa la cual se llamaba Emma y de ahí sucedieron
muchas más madres superioras todas damas de alto linaje y alcurnia hasta llegar
a Adalaiza la que fue vista en una aventura por el conde Arnau y se enamoró
perdidamente de ella haciéndola objeto de sus deseos nada sanos.
De muchas leyendas que tienen que ver con el conde Arnau, en
esta al parecer logro convencer a la abadesa de Sant Joan, Adalaiza, que
saliera con el de caza por la noche, una conquista más de este don juan había caído
ante sus encantos, sin embargo al amanecer del día siguiente se dice que sus
cuerpos fueron encontrados destrozados al parecer por perros en el campo.
Mucho se dijo sobre este hecho sin saber a ciencia cierta
que sucedió, sin embargo pasó el tiempo y cuando llego la noche de todos los
difuntos en la oscuridad se abren unos ojos que estaban esperando ese momento,
el conde Arnau se levanta de su tumba aunque otros dicen que desde una extraña
cueva en donde fuera sus dominios, acerca a sus labios el cuerno de caza que
lleva en el cuello y convoca.
De la tierra sobresalen varios monteros y sirvientes que le
dan alcance y después también sus perros de caza, grandes y ansiosos.
Entonces el conde monta sobre su caballo y a un movimiento
todos se precipitan a una imponente carrera que no deja piedra sobre piedra, ni
árbol, ni personas sanas, atropellando todo pasando en medio de aldeas, montes,
bosques con sin fin de ladridos de perros y el ruidoso galopar de los caballos
¡hay de aquel que se cruce en la noche de difuntos con el conde Arnau y sus
monteros!
Después de muchas vueltas llegan a su castillo y se detienen
a la puerta, el conde Arnau va a ver a su viuda, quiere saber que ella aún no
se ha vuelto a casar. Quiere ver a sus hijas nuevamente, pero sabe que su mujer
no lo permitirá y lo mantendrá alejado mencionando al dios de su religión. El
conde Arnau quiere volver a sentirse dueño, que su caballo coma en donde fuera
su establo, pero la que fuera su condesa sabe que ahora ese no come más que
almas condenadas. La esposa lo expulsa a abandonar la casa que deshonro y que
siga galopando eternamente en esa loca y desenfrenada carrera hasta perderse.
En medio de esa carrera que parecía no ir a algún lugar en
particular llega hasta una cueva, donde el conde Arnau entra después de bajar
del caballo, al parecer era la entrada a un subterráneo donde te lleva directo
al claustro de Sant Joan de las Abadesas. Los monteros esperan impacientes y después
de un momento sale el conde Arnau junto a Adalaiza la cual monta un caballo
oscuro y cabalgan juntos todos otra vez, furiosos ambos a la cabeza de los demás,
precipitándose por varios lugares, de pronto ante ellos un ciervo quien huye
delante saltando arroyos y barrancos, el conde Arnau acerca su cuerno a los
labios y clama con gruesos sonidos la presa, blandiendo su cuchillo de caza.
El ciervo como si tuviera alas se escapa siempre, Arnau azuza
a los perros para que no pierdan su presa, furioso con el látigo, Adalaiza a su
lado, sin embargo el ciervo da una curva y desaparece, los perros furiosos al
no encontrar a la presa y siendo golpeados se vuelven con furia contra Arnau y
Adalaiza quienes huyen por el bosque en sus caballos, sin embargo los perros
van tras ellos han cambiado de presa, los siguen, muerden las patas de estos y
logran hacer que caigan, Arnaldo y Adalaiza se defienden, es en vano, los
perros están endemoniados, desgarran, aúllan y destrozan.
Este festín sangriento solo dura un momento, en el cual solo
queda el movimiento de los canes que arrastran los cuerpos al bosque y no se
alejan hasta haber acabado con todo dejando un gran charco de sangre del que
beben. Hasta que sale el sol y no queda nada más que un triste sentimiento en
el aire.
Este es la triste cacería nocturna del conde Arnau según la
creencia de los antiguos habitantes que comprenden los pueblos entre Ribes y
Puigcerdá en Cataluña, España, repitiéndose todos los años en la noche del día
de difuntos, cuando asoma la luna. O eso se creía, pues tal vez la desaparición
de su castillo, de sus tierras, de su progenie y demás desapareció la voluntad
de volver a ver lo que era suyo y vivir ese infierno de nuevo.
Existen muchas leyendas y canciones de siglos atrás que
hacen mención al conde Arnau y ya que en el tiempo feudal el tener una vida
sexual agitada no era motivo para recibir condena, en la mayoría incluso la
viuda le pregunta porque está en el infierno, a lo que Arnau le dice “per pagar
males soldades” o por pagar malos sueldos, entre otras muchas cosas.
Ya más adelante seguiremos reuniendo más historias del conde
Arnau, gracias por leernos.
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