
¿Cuál es el momento más oportuno para hacer cada cosa?
¿Cuál es la gente más importante con la que trabajar?
¿Cuál es la cosa más importante para hacer en todo momento?
El emperador publicó un edicto a través de todo su reino
anunciando que cualquiera que pudiera responder a estas tres preguntas
recibiría una gran recompensa, y muchos de los que leyeron el edicto
emprendieron el camino al palacio; cada uno llevaba una respuesta diferente al
emperador.
Como respuesta a la primera pregunta, una persona le
aconsejó proyectar minuciosamente su tiempo, consagrando cada hora, cada día,
cada mes y cada año a ciertas tareas y seguir el programa al pie de la letra.
Sólo de esta manera podría esperar realizar cada cosa en su momento. Otra
persona le dijo que era imposible planear de antemano y que el emperador
debería desechar toda distracción inútil y permanecer atento a todo para saber
qué hacer en todo momento. Alguien insistió en que el emperador, por sí mismo,
nunca podría esperar tener la previsión y competencia necesaria para decidir
cada momento cuándo hacer cada cosa y que lo que realmente necesitaba era
establecer un “Consejo de Sabios” y actuar conforme a su consejo.
Alguien afirmó que ciertas materias exigen una decisión
inmediata y no pueden esperar los resultados de una consulta, pero que si él
quería saber de antemano lo que iba a suceder debía consultar a magos y
adivinos.
Las respuestas a la segunda pregunta tampoco eran acordes.
Una persona dijo que el emperador necesitaba depositar toda su confianza en
administradores; otro le animaba a depositar su confianza en sacerdotes y
monjes, mientras algunos recomendaban a los médicos. Otros que depositaban su
fe en guerreros.
La tercera pregunta trajo también una variedad similar de
respuestas. Algunos decían que la ciencia es el empeño más importante; otros
insistían en la religión e incluso algunos clamaban por el cuerpo militar como
lo más importante.
Y puesto que las respuestas eran todas distintas, el
emperador no se sintió complacido con ninguna y la recompensa no fue otorgada.
Después de varias noches de reflexión, el emperador resolvió
visitar a un ermitaño que vivía en la montaña y del que se decía era un hombre
iluminado. El emperador deseó encontrar al ermitaño y preguntarle las tres
cosas, aunque sabía que él nunca dejaba la montaña y se sabía que sólo recibía
a los pobres, rehusando tener algo que ver con los ricos y poderosos. Así pues
el emperador se vistió de simple campesino y ordenó a sus servidores que le
aguardaran al pie de la montaña mientras él subía solo a buscar al ermitaño.
Al llegar al lugar donde habitaba el hombre santo, el
emperador le halló cavando en el jardín frente a su pequeña cabaña. Cuando el
ermitaño vio al extraño, movió su cabeza en señal de saludo y siguió con su
trabajo. La labor, obviamente, era dura para él, pues se trataba de un hombre
anciano, y cada vez que introducía la pala en la tierra para removerla, la
empujaba pesadamente.
El emperador se aproximó a él y le dijo:
- “He venido a pedir tu ayuda para tres cuestiones:
“¿Cuál es el momento más oportuno para hacer cada cosa?
¿Quiénes son las personas más importantes con las que uno
debe trabajar?
¿Qué cosa es la más importante que hacer en todo
momento?"
El ermitaño le escuchó atentamente pero no respondió.
Solamente posó su mano sobre su hombro y luego continuó cavando. El emperador
le dijo:
- “Debes estar cansado, déjame que te eche una mano”.
El eremita le dio las gracias, le pasó la pala al emperador
y se sentó en el suelo a descansar.
Después de haber acabado dos cuadros, el emperador paró, se
volvió al eremita y repitió sus preguntas. El eremita tampoco contestó sino que
se levantó y señalando la pala dijo:
- “¿Por qué no descansas ahora? Yo puedo hacerlo de nuevo”.
Pero el emperador no le dio la pala y continuó cavando. Pasó
una hora, luego otra y finalmente el sol comenzó a ponerse tras las montañas.
El emperador dejó la pala y dijo al ermitaño:
- “Vine a ver si podías responder a mi tres preguntas, pero
si no puedes darme una respuesta, dímelo, para que pueda volverme a mi
palacio”.
El eremita levantó la cabeza y preguntó al emperador:
- “¿Has oído a alguien corriendo por allí?”.
El emperador volvió la cabeza y de repente ambos vieron a un
hombre con una larga barba blanca que salía del bosque. Corría enloquecidamente
presionando sus manos contra una herida sangrante en su estómago. El hombre
corrió hacia el emperador antes de caer inconsciente al suelo, dónde yació
gimiendo. Al rasgar los vestidos del hombre, emperador y ermitaño vieron que el
hombre había recibido una profunda cuchillada. El emperador limpió la herida
cuidadosamente y luego usó su propia camisa para vendarle, pero la sangre
empapó totalmente la venda en unos minutos.
Aclaró la camisa y le vendó por
segunda vez y continuó haciéndolo hasta que la herida cesó de sangrar.
El herido recuperó la conciencia y pidió un vaso de agua. El
emperador corrió hacia el arroyo y trajo un jarro de agua fresca. Mientras
tanto se había puesto el sol y el aire de la noche había comenzado a refrescar.
El eremita ayudó al emperador a llevar al hombre hasta la cabaña donde le acostaron
sobre la cama del ermitaño. El hombre cerró los ojos y se quedó tranquilo. El
emperador estaba rendido tras un largo día de subir la montaña y cavar en el
jardín y tras apoyarse contra la puerta se quedó dormido. Cuando despertó, el
sol asomaba ya sobre las montañas.
Durante un momento olvidó donde estaba y lo que había venido
a hacer. Miró hacia la cama y vio al herido, que también miraba confuso a su
alrededor; cuando vio al emperador, le miró fijamente y le dijo en un leve
suspiro:
- “Por favor, perdóneme”.
- "Pero ¿qué has hecho para que yo deba
perdonarte?", preguntó el emperador.
- "Tú no me conoces, Majestad, pero yo te conozco a ti.
Yo era tu implacable enemigo y había jurado vengarme de ti, porque durante la
pasada guerra tú mataste a mi hermano y embargaste mi propiedad.
Cuando me informaron de que ibas a venir solo a la montaña
para ver al ermitaño decidí sorprenderte en el camino de vuelta para matarte.
Pero tras esperar largo rato sin ver signos de ti, dejé mi emboscada para salir
a buscarte. Pero en lugar de dar contigo, topé con tus servidores y me
reconocieron y me atraparon, haciéndome esta herida. Afortunadamente pude
escapar y corrí hasta aquí. Si no te hubiera encontrado seguramente ahora
estaría muerto. ¡Yo había intentado matarte, pero en lugar de ello tú has
salvado mi vida! Me siento más avergonzado y agradecido de lo que mis palabras
pueden expresar. Si vivo, juro que seré tu servidor el resto de mi vida y
ordenaré a mis hijos y a mis nietos que hagan lo mismo. Por favor, Majestad,
concédeme tu perdón."
El emperador se alegró muchísimo al ver que se había
reconciliado fácilmente con su acérrimo enemigo, y no sólo le perdonó sino que
le prometió devolverle su propiedad y enviarle a sus propios médicos y
servidores para que le atendieran hasta que estuviera completamente
restablecido.
Tras ordenar a sus sirvientes que llevaran al hombre a su
casa, el emperador volvió a ver al ermitaño. Antes de volver al palacio el
emperador quería repetir sus preguntas por última vez; encontró al ermitaño
sembrando el terreno que ambos habían cavado el día anterior.
El ermitaño se incorporó y miró al emperador.
- “Tus preguntas ya han sido contestadas”.
- "Pero, ¿cómo?", preguntó el emperador confuso.
- "Ayer, si su Majestad no se hubiera compadecido de mi
edad y me hubiera ayudado a cavar estos cuadros, habría sido atacado por ese
hombre en su camino de vuelta. Entonces habría lamentado no haberse quedado
conmigo. Por lo tanto el tiempo más importante es el tiempo que pasaste cavando
los cuadros, la persona más importante era yo mismo y el empeño más importante
era el ayudarme a mí...
Más tarde, cuando el herido corría hacia aquí, el momento
más oportuno fue el tiempo que pasaste curando su herida, porque si no le
hubieses cuidado habría muerto y habrías perdido la oportunidad de
reconciliarte con él. De esta manera, la persona más importante fue él y el
objetivo más importante fue curar su herida...
Recuerda que sólo hay un momento importante y es
ahora. El momento actual es el único sobre el que tenemos dominio. La persona
más importante es siempre con la persona con la que estás, la que está delante
de ti, porque quién sabe si tendrás trato con otra persona en el futuro. El
propósito más importante es hacer que esa persona, la que está junto a ti, sea
feliz, porque es el único propósito de la vida”.
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