
Se dice que hace muchísimos años por la calle de Alameda en
la ciudad de Guanajuato, en uno de los callejones de la ciudad vivía una anciana
y su nieto que subsistían de las limosnas que recibían, el pequeño nieto alegraba
su mísera existencia y la acompañaba diariamente en sus recorridos para pedir limosna.
Tanto ella como el niño vestían con ropas viejas y harapientas no siempre
limpias, se alimentaban precariamente y habitaban en un pequeño cuartito.
La viejita vivía con la preocupación de que si se moría, el
pequeño se quedaría solo y desamparado, pues no tenían ningún pariente y ambo se
encontraban solos en el mundo. A pesar que ella temía partir primero sucedió que
el niño enfermó gravemente, ella desesperada no hacía más que llorar y rezar,
pidiéndole a Dios que no se llevara lo único que tenía. En eso, se le apareció
la Muerte diciéndole que debido a sus ruegos, estaba dispuesta a dejarle a su
nieto, pero con la condición de que ella quedara ciega por el resto de sus
días; un trato difícil para muchos pero que ella sin pensarlo aceptó. Desde
entonces el niño le sirvió de lazarillo, y la gente al ver ese triste cuadro,
aumentó sus dádivas.
Pasó el tiempo y fue ella la que enfermó; el niño le preguntaba
a quién debería rezar, a quién debía encomendarla para que no fuera a morir y a
dejarlo solo. La ancianita le contó que al nacer él, su madre había muerto y
que, desde entonces, ella había vivido para cuidarlo y quererlo. Se quedaron
dormidos y, en el sueño, la anciana volvió a ver a la Muerte; con su figura
esquelética vestida de negro, le anunció que venía por ella, la viejecita le
suplicó que la dejara un tiempo más, y la Muerte le dijo que lo haría a cambio
de los ojos del niño, pero ella no aceptó porque no quería que el pequeño
sufriera por nada. La Muerte entendió su decisión y le dijo entonces que lo
único que podía hacer era llevárselos a los dos para que estuvieran juntos para
siempre. La anciana aceptó, pidiéndole que lo hiciera en ese momento para que
el niño, que estaba durmiendo no sintiera nada.
Así ocurrió, la muerte se llevó a ambos en ese mismo momento,
de pronto los vecinos oyeron el doblar de las campanas, que sonaban de una
manera misteriosa, sonido que no se parecía a nada que habían escuchado antes.
Cuando amaneció, los vecinos se dieron cuenta de los decesos en el cuartucho, y
lógicamente pensaron que la abuelita y el nieto habían muerto de frío.
Después de un tiempo los vecinos se dieron cuenta de una
presencia en el callejón que no se dejaba ver pero que rondaba siempre cerca al
cuartito donde murieron ambos, una vecina corrió la voz de que eso pasaba por
que la propia viejecita había pedido a la Muerte que se los llevara juntos, al parecer
la muerte rondaba tal vez porque sufría al haber tenido que llevarse a estos
desdichados, y se aparecía como una sombra, cerca del cuartito; después a
petición de los vecinos, el cuartucho aquel fue derribado, con objeto de
levantar allí una capillita en donde se veneraría al Señor del Buen Viaje, en
recuerdo de aquel suceso y la trágica decisión que se tomó.
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