
Los hombres lograron ponerse de acuerdo y convinieron que
ocho soles eran demasiado para un solo mundo, por lo que deberían deshacerse de
siete de ellos. Pero… ¿Cómo harían tal cosa?
Tras mucho meditarlo los hombres tomaron la decisión de que
lo mejor sería asustar a los soles, para que el miedo les hiciese apagarse. Y
fue así que pidieron la ayuda de un gran maestro con el arco, quien disparó una
flecha en dirección a uno de los soles, el cual se apagó al instante: ante su
sorpresa, la idea había funcionado.
El arquero continuó disparando flechas a
los soles restantes, pero en su emoción disparó también al octavo sol, dejando
al mundo en las más oscuras tinieblas.
Durante un tiempo, los hombres tuvieron que vivir en la
oscuridad, pero la poca luz que tenían no era suficiente para mantener los
cultivos y la falta de luz solar provocaba la tristeza, la melancolía y la
desesperación. Era necesario lograr recuperar uno de los soles, pero éstos
tenían miedo de los hombres, así que sería muy complicado hacerlo
personalmente. Tras una nueva reunión se decidió recurrir a la ayuda de los
animales.
La vaca trató de llamar a uno de los soles con su mugido,
pero nada ocurrió, después llegó el tigre con idéntico resultado tras un largo
rato de rugidos. Algo distinto sucedió con el búho, una pálida esfera surgió en
el cielo ante su llamada, y desde entonces existió la Luna, aunque su luz era
mucho menos que suficiente.
Cuando llegó el turno del gallo todo cambió. Ante su
poderoso y constante canto apareció primero una pálida luz en el horizonte, que
se fue extendiendo sobre la tierra mientras uno de los soles se alzaba en el
cielo, iluminando cada rincón del mundo. Por eso cada mañana el gallo canta
hasta que el Sol regresa para iluminar y calentar el mundo.
Las imágenes que se muestran fueron encontradas en la red,
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del tema que estamos tratando.
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