
Un verano,
tanto tiempo atrás que nadie sabe cuánto, los Oceti-Shakowin, los siete
consejos sagrados de los Lakota Oyate, la nación Siux, se reunieron para acampar
juntos. El sol brillaba constantemente, pero los animales habían desaparecido y
el pueblo sufría de hambre. Cada día se enviaban exploradores en busca de
animales para cazar, pero los exploradores no encontraban nada.
Entre los
grupos reunidos estaban los Itazipcho, los Sin-Arcos, quienes habían formado su
propio campamento en torno a su jefe, Cuerno Hueco Parado. Una mañana temprano,
el jefe envió a dos de sus jóvenes hombres en busca de animales para cazar.
Fueron a pie, porque en ese entonces los Siux aún no conocían los caballos.
Buscaron por doquier sin obtener resultados. Viendo una alta colina, decidieron
treparla para mirar desde aquel sitio elevado todo el campo. A mitad de camino,
vieron algo que se acercaba hacia ellos desde la lejanía, pero en lugar de
caminar, esta figura estaba flotando. A partir de esto supieron que aquella
persona era wakan, sagrada.
Al
principio sólo divisaron un pequeño punto a lo lejos y tuvieron que entrecerrar
los ojos para ver que tenía forma humana. Pero a medida que se acercaba,
notaron que era una muchacha hermosa, más bella que todas las que habían visto
alguna vez, con dos puntos rojos redondos pintados en sus mejillas. Portaba un
vestido de piel blanca cuyo brillo podía verse desde larga distancia. Estaba
decorada con maravillosos dibujos sagrados hechos con espinas de puercoespín,
con colores tan radiantes que no podían haber sido hechos por ninguna mujer
común. Esta extraña wakan era Ptesan-Wi, la Mujer Búfalo Blanco. En sus manos
llevaba un gran paquete y un abanico de hojas de salvia. Llevaba su cabello
azul oscuro suelto, con excepción de un mechón de pelo atado con piel de búfalo
en su costado izquierdo. Sus ojos relucían oscuros y chispeantes; gran poder
había en ellos.
Los dos
jóvenes la contemplaron perplejos. Uno estaba impresionado, pero el otro
deseaba su cuerpo y estiró su mano para tocarla. Esta mujer era lila wakan, muy
sagrada, y no podía ser tratada irrespetuosamente. Instantáneamente un
relámpago cayó sobre el descarado joven y lo quemó; sólo una pila de huesos
negruzcos había quedado de él. Algunos dicen que fue cubierto repentinamente
por una nube, en la que había serpientes que lo devoraron y dejaron sólo sus
huesos, de la misma manera que un hombre puede ser devorado por la lujuria.
Al otro
joven que se había comportado correctamente, la Mujer Búfalo Blanco dijo:
-Traigo
cosas buenas, cosas sagradas para tu nación. Un mensaje traigo para tu pueblo
desde la nación del búfalo. Vuelve a tu campamento y diles a todos que se
preparen para mi llegada. Dile a tu jefe que prepare un tipi medicinal con
veinticuatro palos. Que santifiquen sus cuerpos para mi llegada.
El joven
cazador retornó al campamento y les contó a su jefe y a todo el pueblo lo que
la mujer sagrada había ordenado. El jefe le ordenó al eyapaha, al pregonero y
el pregonero cruzó todo el campamento gritando:
-Una
presencia sagrada está viniendo. Una mujer santa se aproxima. Prepárense todos
para su llegada.
Entonces
prepararon el gran tipi medicinal y esperaron. Luego de cuatro días vieron a la
Mujer Búfalo Blanco acercándose, cargando su paquete junto a ella. Su vestido
de piel blanco relucía a la distancia. El jefe, Cuerno Hueco Parado, la invitó
a entrar al tipi medicinal. Ella entró y recorrió el interior en el sentido que
lo hace el sol. El jefe se dirigía respetuosamente hacia ella, diciéndole:
-Hermana,
estamos felices de que hayas venido a instruirnos.
Ella le
dijo lo que quería que hagan. En el centro del tipi debían colocar un owanka
wakan, un altar sagrado, hecho de tierra roja, un cráneo de búfalo y un armazón
con tres palos, para colocar algo sagrado que ella traía. Hicieron lo que les
pidió, y ella trazó un dibujo con su dedo sobre la tierra roja alisada del
altar. Les enseñó cómo hacer esto, y luego volvió a recorrer el tipi en el
sentido del sol. De pie enfrentada al jefe, abrió su paquete. El objeto sagrado
que traía era la chanunpa, la pipa sagrada. Se la enseñó al pueblo y dejó que
la observaran. Sostenía la boquilla con su mano derecha y la cazoleta con su
mano izquierda, y así se ha sostenido la pipa desde entonces.
Nuevamente
el jefe se dirigió a ella:
-Hermana,
estamos felices. No hemos tenido carne desde hace un tiempo. Todo lo que
podemos ofrecerte es agua.
Colocaron
un poco de incienso en una bolsa de piel con agua y se la entregaron, y hasta
este día se coloca incienso o un ala de águila en agua y se la rocía a una
persona para ser purificada.
La Mujer
Búfalo Blanco le enseñó al pueblo cómo usar la pipa. La llenó con chan-shasha,
tabaco de corteza de sauce rojo. Caminó alrededor del tipi cuatro veces a la
manera de Anpetu-Wi, el gran sol, representando el círculo eterno, el anillo sagrado,
el camino de la vida. La mujer colocó un trozo de búfalo seco en el fuego y con
esto encendió la pipa. Este era peta-owihankeshni, el fuego eterno, la flama
pasada de generación en generación. Ella les dijo que el humo saliendo de la
cazoleta de la pipa era el aliento de Tunka Shila, el aliento vivo del gran
Abuelo Misterio.
La Mujer
Búfalo Blanco le enseñó a al pueblo la manera correcta de rezar, las palabras
correctas y los gestos adecuados. Les enseñó la canción para cargar la pipa y
como elevar la pipa hacia el cielo, hacia el Abuelo Misterio, hacia la Abuela
Tierra, hacia Unci, y luego hacia las cuatro direcciones del universo.
-Con esta
pipa sagrada –les dijo –caminarán como una plegaria viviente. Con sus pies en
la tierra y la boquilla de la pipa apuntando al cielo, sus cuerpos forman un
puente viviente entre el Aliento Sagrado y el Superior Sagrado. Wakan Tanka nos
sonríe porque ahora somos uno: tierra, cielo, todos los seres vivientes, los de
dos piernas, los de cuatro piernas, los alados, los árboles, las hierbas. Junto
con los hombres, todos estamos emparentados, somos una sola familia. La pipa
nos une a todos.
Miren la
cazoleta –dijo la Mujer Búfalo Blanco –la piedra de la que está hecha
representa el búfalo, pero también la carne y la sangre del hombre rojo. El
búfalo representa el universo y las cuatro direcciones, porque él se para en
cuatro patas, que también son las cuatro eras de la creación. El búfalo fue
puesto en el oeste por Wakan Tanka cuando creó la tierra para contener las aguas.
Cada año pierde un cabello, y en cada una de las cuatro eras pierde una pata.
El anillo sagrado llegará a su fin cuando todo el cabello y las piernas del
gran búfalo hayan desaparecido, y las aguas volverán para cubrir toda la
tierra.
La boquilla
de madera de la chunanpa representa todo lo que crece en la tierra. Las doce
plumas que cuelgan de la juntura de la boquilla –la columna vertebral –con la
cazoleta –el cráneo –pertenecen a Wamblee Galeshka, al águila manchada, un
pájaro muy sagrado que es el mensajero del Gran Espíritu y el más sabio de los
alados. Están unidos a todas las cosas del universo, porque todas piden a Tunka
Shila. Miren la cazoleta: grabada en ella hay siete círculos de varios tamaños.
Estos representan las siete ceremonias sagradas que deben practicar con esta
pipa, y a los siete consejos sagrados de la nación Lakota.
La Mujer
Búfalo Blanco luego se dirigió a las mujeres, diciéndoles que era el trabajo de
sus manos y el fruto de sus cuerpos lo que mantenía la vida de los hombres.
-Ustedes
provienen de la madre tierra –les dijo. –Lo que ustedes hacen es tan importante
como la tarea de los grandes guerreros.
Y es por
eso que la pipa sagrada también es la unión de los hombres y las mujeres en el
círculo del amor. Es en este objeto sagrado en que los hombres y las mujeres
unen sus manos para crear. El hombre talla la cazoleta y fabrica la boquilla y
la mujer lo decora con tiras coloreadas de espinas de puercoespín. Cuando un
hombre toma una mujer por esposa, los dos sostienen la pipa al mismo tiempo y
se les ata un trabajo de tela roja en sus muñecas, uniéndolos de por vida.
La Mujer
Búfalo Blanco traía muchas cosas para las hermanas Lakota en su sagrada
bolsa-vientre: maíz, wasna (pemmican), nabo silvestre. Les enseñó cómo hacer la
cocina de fuego. Llenó el estómago de un búfalo con agua fría y le colocó una
piedra al rojo vivo en su interior.
-Así deben
cocinar el maíz y la carne.
La Mujer
Búfalo Blanco también les habló a los niños, porque ellos tienen entendimiento
más allá de su corta edad. Les dijo que lo que sus padres y madres hacían era
para ellos, y que ellos, los niños, crecerían para tener hijos propios.
-Ustedes
son las generaciones venideras. Es por eso que ustedes son lo más importante y
preciado. Algún día sostendrán esta pipa y fumarán de ella. Algún día rezarán
con ella.
Se dirigió
una vez más al pueblo:
-La pipa
está viva. Es un ser viviente rojo enseñándoles una vida roja y un camino rojo.
Esta es la primera ceremonia en la que usarán la pipa. La usarán para retener
el alma de una persona muerta, porque a través de ella pueden comunicarse con
Wakan Tanka, el Espíritu del Gran Misterio. El día que un hombre muere es un
día sagrado. El día en que el alma es liberada hacia el Gran Espíritu es otro
día sagrado. Cuatro mujeres serán sagradas ese día. Ellas serán las encargadas
de cortar el árbol sagrado, el can-wakan, para la danza del sol.
Les dijo a
los Lakota que eran la tribu más pura de todas, y que por esa razón Tunka Shila
les había concedido la chunanpa santa. Habían sido elegidos para cuidar de ella
en nombre de todos los pueblos indios de este continente tortuga.
Se dirigió
por último a Cuerno Hueco Parado, el jefe:
-Recuerda,
esta pipa es muy sagrada. Respétala y te conducirá al final de camino. Las
cuatro eras de la creación están en mí. Yo soy las cuatro eras. Vendré a
visitarlos en cada ciclo generacional. Volveré a ustedes.
La mujer
sagrada se alejó del pueblo diciendo:
-Toksha ake
wacinyanktin ktelo, volveré a verlos.
El pueblo
la vio alejarse por la misma dirección por la que había aparecido. Su silueta
se recortaba de la gran bola roja del sol del atardecer. Mientras se iba, se
detuvo y rodó cuatro veces. La primera vez se convirtió en un búfalo negro; la
segunda vez, en un búfalo marrón; la tercera, en uno rojo; y finalmente, la
cuarta vez que rodó, se convirtió en un becerro hembra de búfalo blanco. Un
búfalo blanco es la criatura más sagrada que alguien pueda ver.
La Mujer
Búfalo Blanco desapareció en el horizonte. Puede que alguna vez regrese. No
bien desapareció, grandes hordas de búfalos aparecieron, permitiendo que se les
matara para que la gente pudiera sobrevivir. Y desde ese día, nuestros
parientes los búfalos les dan a nuestro pueblo todo lo que necesitan: carne
para sus comidas, pieles para sus ropas y tipis y huesos para todas sus
herramientas.
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