martes, 11 de octubre de 2016

El regalo de la luna - la yerba maté

Esta es una leyenda de paraguay, que nos da una referencia de los orígenes de la yerba maté, muy consumida en estas regiones, espero sea de su agrado.


La luna estaba paseándose por el cielo y se preguntaba, ¿por dónde podré bajar?, a pesar que el espacio azul del cielo era inmenso, a ella le parecía una jaula, el único amigo que siempre le acompañaba era el aire. Ella lo observaba, libre, nada lo detenía y este se desplazaba por todos lados, desde la tierra hasta jugueteaba con las nubes. La luna miraba esa gran alfombra verde de las praderas, anhelaba poder pisar esos valles, resbalarse por las colinas que descendían hasta las profundidades de un misterioso manchón azul.

-Quiero conocer ese otro cielo que tienen abajo -le contó al aire.

No es el cielo, mi amiga -silbó él-, es el mar.

¿Mar? ¿Qué es eso?, sus deseos se acrecentaron y en un ataque de mal genio grito:

-¡Quiero bajar! ¡Quiero bajar!


Una estrella peleadora que la escucho le dijo:

-¿Para qué formas berrinche? Eres centinela de la noche y no puedes dejar tu puesto.

Sin embargo cuando las nubes vieron lágrimas de plata en sus mejillas, se pusieron de acuerdo, pues ellas comprendían sus anhelos ya que en sus viajes siempre admiraron la tierra sin llegar a poder ir a ella.

-Te vamos a ayudar para que no se note tu ausencia -le dijeron-. Cada una de nosotras colgará sutiles gasas de neblina y entre todas formaremos un telón, que dejará la noche más oscura que boca de lobo.

-¿Qué es eso? -preguntó ingenuamente la luna que no sabía nada de lobos.


El arco iris se sumó a la empresa y presto su escala de siete colores, la luna vestida con una capa negra, un aderezo de tules y una coronita de estrellas, como una reina bajo orgullosa, todo estaba yendo de las mil maravillas, la tierra le abría al fin sus brazos amorosos, sus lagos y sus abanicos de palmeras.

Lo primero que experimento fue la sensación de volar, de ser libre como un pájaro, hasta que sus pies tocaron una colina agreste cubierta de vegetación entre las que cruzaba el rio Paraná con su canto característico.

No pudo evitar sentirse como una niña, fascinada por las flores y los perfumes, fue a las aguas y reflejo su rostro redondo, le pareció que se veía muy pálida entre los coloreados frutos que la rodeaban, le hubiera gustado más ponerse trenzas y parecer una campesina.

-¿Dónde habrá niños? - se preguntaba, sin saber que era este un lugar tropical y muy desierto.

-Ven a nadar - la invitó el río con un murmullo de cascadas.


La luna no se hizo de rogar y traviesa como era se despojó de su paca y sus tules, de su corona de estrellas lanzándose luego a las rumorosas aguas que se llenaron de reflejos. Se divertía haciendo oleajes, aparecía y desaparecía entre las aguas cual barco redondo y pálido, ahora era ella quien miraba al cielo que sin su presencia parecía un tanto oscuro.

Ahora – pensaba - que he probado los frutos y conozco eso verde que es el pasto, los helechos y el agua; ahora que he aquietado este deseo de tierra, podré volver a mi sitio y ser para siempre una luz lejana, que alumbre los caminos del mundo y las ventanas de sus casas.
Pero, ¡qué bueno fue mirar desde abajo!

La luna era inexperta en cuanto a lo que había en la tierra, se olvidó del jaguar un temible animal de la selva que en las noches busca victimas para calmar su feroz apetito. Entre los juncos, agazapado observaba a la luna la cual le parecía una gran tortilla de maíz, aunque por el color tal vez aun esta cruda – pensó.

En un momento se abalanzo hacia su objetivo, pero un diestro cazador que ya lo había observado con un cuchillo termino con su hambre y con su vida. El cazador no estaba solo, y cerca se encontraba su mujer y su hija, los cuales eran los únicos habitantes de este lugar alejado de la selva. Tenía una choza en un claro y desde hace un buen tiempo que esperaba liquidar al jaguar ya que por su culpa muchos de sus animales domésticos habían muerto por él.

-No temas, criatura -le dijo a la luna, que tiritaba de susto, el cazador ignoraba aún de quien era esa redonda cara pálida-. Yo te llevaré a mi choza, en donde mi familia te atenderá.

Generoso, como buen campesino, le cocinó la última tortilla de maíz que quedaba; pasarían muchos meses antes de la próxima cosecha. La luna, envuelta en una gran sábana, se sintió feliz y humana entre gente tan amable, pero en un momento en que el cazador hablaba en su habitación en privado con su mujer escucho parte de la discusión y oyó decir a la esposa de su salvador:

-¿Qué vamos a comer mañana? Se acabó el maíz.

La luna supo que su presencia ahí tal vez le estaba creando problemas a la familia, con pena se puso su capa de reina, sus gasas y su coronita maltrecha. Estaba decidida a volver a su puesto en los cielos, pensó en agradecer a todos los que le ayudaron a bajar a la tierra y partió. En la casa del cazador nadie se había percatado de su ausencia, la luna fue hacia el arcoíris que aun la esperaba con su escala.

La luna pensaba en cómo podía agradecerles a esos campesinos que habían sido tan amables con ella, algo que les ayude a vivir momentos felices, olvidarse de la soledad y que los repongan de los duros trabajos que realizan, con ese pensamiento y envuelta en pena unas lágrimas de plata cayeron de sus mejillas iluminando la choza de luz con varios reflejos, mientras avanzaban estas se perdían en los campos. Pero todos dormían y nadie se percató de este extraño suceso.

A la mañana siguiente el buen hombre salió dela casa, y vio que extraños arbustos habían aparecido por todas partes, entre sus hojas oscuras se notaban florecillas blancas, la mujer al verlas casi no pensó en su extraña aparición pues el hambre le molestaba y con sus hojas preparo una infusión, algo increíble sucedió, pues esta bebida les hacía sentir con mucho mejor ánimo y todos se sintieron mucho mejor.

Este arbusto crecía con rapidez y al principio fue tomado como maleza y el país entero se llenó de él, sin embargo poco a poco fue reconocida sus extrañas propiedades fue llamada yerba mate y comenzaron a manufacturarlo como un producto de consumo. Apareció la bonanza en sus ciudadanos, se dice que la hija del campesino si tuvo una idea de donde provenía esta extraña yerba, fue la que primero aprovecho sus propiedades, pues al tener las primeras plantas están no le permitían morir e iba por todos lados repartiendo este don de la luna.


Las imágenes que se muestran fueron encontradas en la red, tienen sus propios autores y/o dueños solos e han colocado como información y guía del tema que estamos tratando.
Si te agrado este articulo, no olvides suscribirte a la página Aquí



0 comentarios: