
Se cuenta
que hace mucho tiempo en un pueblo que daba con el mar vivía un pescador llamado
Eduardo, quien cada mañana partía diligente en busca de productos marinos para
alimentar a su familia, sin embargo eran tiempos difíciles y la mala fortuna
estaba acompañándolo en ese tiempo.
Así pasaron
cerca de diez días donde el mar no le convido de su fauna, ante la desesperación
no pudo quedarse a descansar y siguió su faena arduamente intentando encontrar
cualquier alimento.
Todo esto
fue observado desde la orilla por el rey Julián quien quedo conmovido por la
historia del pescador y su mala suerte pues, los hijos de Eduardo le contaban lo
que estaba ocurriendo y también del hambre que padecían, por este motivo se acercó
a hablar con el pescador.
El rey le
dijo que aquello que cayese en sus redes durante el día le sería pagado su peso
en oro, el pescador animado por la pronunciación del rey Julián, partió rápido a
iniciar una nueva pesca.
Sin embargo
las horas pasaban mientras el arrojaba y recogía la red, cambiando de sitio,
navegando más a los lados y volviendo a lanzar pero nada caía en la red. Él no podía
llegar con las manos vacías pero el día estaba acabando. La suerte al parecer
no estaba de su lado y al último intento de lanzar su red solo logro captar una
hoja de roble que estaba flotando en el mar, algo que entristeció aún más a
Eduardo.
Volvió a la
orilla apesadumbrado y mientras ataba las cuerdas de su barca un amigo que se
encontraba cerca lo saludo y comenzaron a hablar. Así Eduardo le conto de su
mala suerte y que solo una pequeña hoja de roble fue lo único que sus redes
atraparon. El amigo le dijo que el rey había dicho que cualquier cosa que
atrapase podría ser pesado no solo peces, y le animo que se acercara al rey
llevando esa hoja la única pesca del día.
El rey vio
al pescador y con un gesto le dijo que se acercara y le contara sobre su día, pero
al escuchar sobre lo que había pescado, se comenzó a reír alegando que esa hoja
ni siquiera haría contrapeso en la balanza, aun así la coloco para que sea
pesada.
Es aquí donde
comienza la leyenda, pues para sorpresa de todos los asistentes la balanza tuvo
un peso que resulto en 60 monedas de oro, las cuales fueron pagadas a Eduardo y
con las que pudo atender las necesidades de su familia.
El rey Julián,
maravillado por lo sucedido, pidió a Eduardo que le permitiera conservar la
hoja para que los sabios del palacio la estudiasen, sin embargo nadie entre
ellos pudo resolver el misterio de por qué una simple hoja de roble pesaba
tanto.
Nadie supo
que esa hoja de roble pertenecía a un pequeño roble que fue arrancado en la
infancia de Eduardo por un labrador y que luego Eduardo lo sembró después en
unas tierras sin dueño para que no muriera y de esta forma el roble había
encontrado una manera de devolverle el favor por salvarle la vida.
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que s e muestran, fueron encontradas en la red, tienen sus propios autores y/o
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tratando.
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