lunes, 31 de octubre de 2016

La caja ronca

Existe una leyenda urbana ecuatoriana que es muy popular, tiene versiones en otros países con otros nombres en cada región, pero veamos más acerca de la caja ronca.



Cuentan que en la ciudad de Ibarra dos amigos llamados Carlos y Manuel fueron a sacar agua del pozo un encargo que el padre de Carlos les había encomendado. Después de obtener el agua debían ir a regar las papas en la huerta de la casa. Este encargo era urgente ya que vieron que la cosecha estaba a punto de estropearse por ese motivo no importo que el crepúsculo estuviera casi sobre ellos, el recado era lo más importante.

La noche llego sobre ellos mientras iban camino de la huerta, entre oscuras calles y callejones, sin embargo algo peculiar se escuchaba en el aire, un extraño sonido que tenía cierta similitud a un tambor. A medida que seguían en rumbo a la huerta, se dieron cuenta que el sonido provenía del lugar donde iban una especie de sonido sincronizado con sus pasos al caminar. Llego un momento en que los jóvenes sintieron temor por lo extraño del asunto así es que se escondieron en una casa abandonada y lo que vieron los dejo perplejos.

Primero el sonido de una procesión iba llegando a ellos, poco a poco se acercaba a la vuelta de la esquina por el callejón donde ellos estaban, sin embargo llegado el momento no esperaban ver con horror a una procesión fantasmal de seres encapuchados llevando velas en sus manos. Observaron que sus pies no tocaban el suelo flotando sin esfuerzo mientras avanzaban, sobre sus hombros cargaban una carroza en la iba sentado un ser demoniaco con largos cuernos, dientes puntiagudos y unos ojos que tenían cierta similitud con las serpientes. Atrás de todo el grupo iba un hombre si capucha con el rostro pálido como si fuera un muerto viviente, tocaba un tambor al compás de la procesión, sonido que los amigos escucharon al principio.

En ese momento ambos jóvenes recordaron las historias que habían oído de niños, una que mencionaba a ese tambor el cual recibía el nombre de “la caja ronca”. Todo esto fue demasiado para los jóvenes quienes después de un momento, se les nublo la mente y perdieron el conocimiento. Poco a poco fueron despertando luego para darse cuenta que ambos cargaban una vela en cada mano similar a la que cargaban los procesionarios fantasmales.

La impresión fue demasiada y más cuando se dieron cuenta que las supuestas velas eran huesos humanos tan blancos como la cera, ambos gritaron con horror de tal manera que fueron escuchados por los vecinos quienes acudieron y encontraron a los muchachos en su escondite en la casa abandonada. Temblaban y balbuceaban palabras ininteligibles, después de un momento mientras fueron calmados los vecinos les acompañaron con sus familiares.

A pesar que contaron a todos lo que habían visto, nadie les creyó la historia dela procesión, incluso su padre les acuso de vagos y bribones por no haber cumplido la tarea encomendada y ambos fueron castigados.

Desde ahí hasta el final de sus días ninguno tuvo el suficiente valor de volver a salir en las noches por las oscuras calles de la ciudad.


Las imágenes que se muestran, fueron encontrados en la red, tienen sus propios autores y/o dueños, solo se han colocado como información y guía del tema que estamos tratando.
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