miércoles, 19 de octubre de 2016

La mulata de Córdoba

Cuentan que hace más de dos siglos en la ciudad de Córdoba, vivió una mujer la cual nunca envejecía a pesar que pasaban los años. Nadie sabía de quien era hija, pero todos la llamaban “la Mulata, veamos más de esta historia.”



La mayoría creía que aquella mujer era una bruja, una hechicera que había hecho algún pacto con el diablo, por este motivo recibía su visita todas las noches ya que los vecinos aseguraban que a partir de las doce de la noche por las rendijas de la ventana se podía ver una siniestra luz rojiza como si adentro hubieran llamaradas de un incendio que devoraba aquella habitación. Otros incluso decían que la habían visto volando sobre los techos, con su forma normal pero despidiendo de los ojos miradas diabólicas y sonriendo maléficamente con sus labios rojos y sus dientes blanquísimos.

Pero no solo se hablaba mal de ella, pues en un primer momento cuando apareció en la ciudad, los jóvenes prendados de su hermosura se disputaban la conquista de su corazón, pero ella no correspondía a nadie, los jóvenes eran rechazados y después no se sabe por quién comenzó a correr el rumor de que el dueño de sus encantos era el señor de las tinieblas.

Sin embargo los hábitos de la mulata siempre joven, eran contrarios a lo que la comunidad decía, pues iba a misa, frecuentaba los sacramentos, hacia caridades y cuando alguien le pedía ayuda ella estaba a su lado ya sea en el umbral de la choza del pobre que en el lecho del moribundo.

En un momento se le atribuyo el don de la ubicuidad según un escritor, la divisaron en distintos puntos a la misma hora ya sea en Córdoba o en la ciudad de México hasta dijeron que lo más común era encontrarla en una caverna. "Pero éste - añade  el escritor- la visitó en una accesoria; aquél la vio en una de esas casucas horrorosas que tan mala fama tienen en los barrios más inmundos de las ciudades, y otro la conoció en un modesto cuarto de vecindad, sencillamente vestida, con aire vulgar, maneras desembarazadas, y sin revelar el mágico poder de que estaba dotada."

La bruja también servía como abogada de imposibles, las mujeres obesas, las jóvenes sin novio, los empleados sin trabajo, las damas que querían competir en joyas y prendas con la virreina, militares retirados, ambiciosos sin fortuna, todos iban a ella, todos le compartían sus desventuras y a todos les dejaba contentos, hartos y satisfechos.

Su fama creció de tal manera que hasta en la actualidad cuando alguien solicita algo muy difícil, casi imposible es costumbre que se le responda : ¡No soy la Mulata de Córdoba!

Su fama creció de tal manera que en Nueva España su nombre se compartía de boca en boca, "era en suma -dice el mismo escritor- una Circe, una Medea, una Pitonisa, una Sibila, una bruja, un ser extraordinario a quien nada había oculto, a quien todo obedecía y cuyo poder alcanzaba hasta trastornar las leyes de la naturaleza... Era, en fin, una mujer a quien hubiera colocado la antigüedad entre sus diosas, o a lo menos entre sus más veneradas sacerdotisas; era un médium, y de los más privilegiados, de los más favorecidos que disfrutó la escuela espirita de aquella época!...¡Lástima grande que no viviera en la nuestra! ¡De qué portentos no fuéramos testigos! ¡Qué revelaciones no haría en su tiempo! ¡Cuántas evocaciones, cuántos espíritus no vendrían sumisos a su voz! ¡Cuántos incrédulos dejarían de serlo!"

¿Qué paso con aquella mujer verdadero prodigio de su tiempo, admirada hasta en los siglos venideros? Nadie lo sabe, pero lo que si se supo fue que un día desde la villa de Córdoba fue llevada la mulata a la cárcel del santo oficio en la ciudad de México. La noticia fue tomada por todas las clases sociales, el suceso más importante de su tiempo y las habladurías de los tertulianos comenzaron. Hubo alguien que dijo que la mulata no era una bruja, ni hechicera, ni nada parecido sino que cayó en la santo tribunal por que se enteraron que ella tenía guardada una inmensa fortuna consistente en diez grandes barriles de barro llenos de polvo de oro. Otra historia fue que adicional a la primera un amante desairado la denuncio por el despecho en Córdoba por no ser correspondido.

Los años pasaron hasta que la noticia fue considerada antigua y a nadie más parecía importarle, hasta que un día se supo que en el próximo auto de fe, la mulata saldría con coroza y vela verde. La noticia se hizo más grande cuando dijeron que un “pájaro” había volado hasta Manila, burlando la vigilancia de sus carceleros o mejor dicho escapándose enfrente de uno de ellos sin resistencia alguna. ¿Cómo había sucedió esto? ¿Qué poder tenía aquella mujer, para dejar así con un palmo de narices, a los muy respetables señores inquisidores?

Esto propicio que las teorías e hipótesis más extrañas y sacadas de los pelos fueran escuchadas por doquier, la mayoría opinaba que esto era obra del mismo diablo, quien habrá tomado forma humana y se introdujo en las cárceles para salvar a la mulata. Claro que no faltaron los maliciosos que dijeron que el amor también afecta a los del santo oficio y como mortales eran también “de carne y hueso.”

He aquí la verdad de los hechos, o al menos lo que por lo bajo se comentaba como la única verdad que hubo:

Una vez, que el carcelero penetró en el inmundo calabozo de la hechicera, quedose verdaderamente maravillado al contemplar en una de las paredes, un navío dibujado con carbón por la Mulata, la cual le preguntó con tono irónico:

-¿Que le falta a ese navío? - Desgraciada mujer- contestó el interrogado, si quisieras salvar tu alma de las horribles penas del infierno, no estarías aquí, y ahorrarías al Santo Oficio el que te juzgase! ¡A este barco únicamente le falta que ande! ¡Es perfecto! - Pues si vuestra merced lo quiere, si en ello se empeña, andará, andará y muy lejos... - ¡Cómo! ¿A ver? - Así - dijo la Mulata. Y ligera saltó al navío, y éste, lento al principio, y después rápido y a toda vela, desapareció con la hermosa mujer por uno de los rincones del calabozo.

El carcelero, mudo, inmóvil, con los ojos salidos de sus órbitas, con el cabello de punta, y con la boca abierta, vio aquello sorprendido. ¿Y después? Hablo un poeta:

“Cuenta la tradición, que algunos años después de estos sucesos, hubo un hombre, En la casa de locos detenido, Y que hablaba de un barco que una noche, bajo el suelo de México cruzaba, llevando una mujer de altivo porte…”


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