martes, 4 de octubre de 2016

Leyenda rusa del atardecer

Aquí les traemos una antigua leyenda rusa sobre como el atardecer cobro esa fuerte coloración en sus cielos mientras el sol desaparece en el horizonte, pues esconde una historia de amor y decepción que nos llevara a años pasados, donde si un sentimiento es fuerte y alcanza el declive puede incluso afectar a la naturaleza, veamos de que se trata.

Se cuenta que en un pequeño pueblo casi en los límites de Europa y Asia, vivía en una pequeña casa un matrimonio de lo más común, quienes tenían un hijo el cual se llamaba Grischa. Lo interesante del muchacho era que aseguraba, que ningún lugar era más maravilloso a su pueblo y sus alrededores.

Podía decirse que tenía bases para mantener esa idea ya que el había acompañado a sus padres a diferentes lugares en sus viajes y nada le hizo cambiar de opinión, ni el hermoso rio Moskva que pasa por Moscú, ni sus grandes construcciones, ni siquiera el mismo palacio del Zar con sus suntuosos ambientes, nada ensombrecía la idea de que su pueblo era lo más maravilloso que había… hasta que conoció a Natalyja y se prendo de ella.

Fue un amor de juventud, donde los muchachos pasaban hermosos momentos que usualmente duraban toda la tarde. Por supuesto que Grischa era correspondido y juntos hasta pensaron en un futuro donde decían si frente al altar e incluso pensaron en como serían sus hijos si es que los tenían.

Sus momentos eran de ensueño, mientras probaban los Michkas acompañados de Kumi que bebían mientras conversaban, y cuando no lo hacían pasaban gran parte del tiempo disfrutando del silencio agarrados de la mano durante horas. No había equivocación en el corazón de Grischa esto era amor verdadero y sentía que mientras estuviese al lado de Natalyja nada importaba, aunque en un momento un mal presentimiento nublo su mente por un segundo, pero pasó y no le dio importancia.

Unos días después, Grischa llevaba un regalo a Natalyja, una caja de Michkas para degustarlo juntos, mientras jugaba y acomodaba en su mente las palabras más hermosas que él conocía y las cuales quería dedicarla a su amada. Vio a la hermosa Natalyja y se acercó a saludarla, sus labios se juntaron sin embargo Grischa no sintió el torrente de sensaciones que normalmente lo embargaba cada vez que lo hacía. El beso que acaba de recibir era el más frio e indiferente que alguna vez sintió, como si ella no fuera la persona que él amaba sino cualquier desconocida.

Natalyja al principio no quiso cruzar miradas con el mientras Grischa intentaba descifrar que pasaba, en un momento la chica lo miro y le dijo que su relación había acabado, pues ella iba a marcharse lejos y ese era el último momento que se volverían a ver. El corazón de Grischa se detuvo, una sensación desoladora lo invadió y así poco a poco comenzó a entender lo que estaba pasando.

Pasaron los días y Grischa comenzó a reaccionar ante lo que había sucedido, sin embargo el reconocía que ella era su amor verdadero y por este motivo no pudo dejar de pensar en ella. Fue en su búsqueda por los pueblos, por los campos vecinos, en ciudades caminando por sus calles, paso un tiempo así hasta que un día en un golpe de suerte la vio cruzando, este se emocionó por el encuentro, no esperaba verla en ese momento y desesperado se acercó a ella. Al no tener nada preparado o es mejor decir que le tomó por sorpresa ese encuentro fugaz de sus labios solo salieron torpes palabras e impertinentes, reprochándola por la actitud que ella había tomado al desconocer el amor que se tenían entre otras cosas, Natalyja lo escucho, pero sin mucho interés ya que sus palabras no iban dirigidas a su corazón sino solo puro reproche.

Grischa se dio cuenta del error que había cometido por no pensar bien en lo que iba a decir cuando se vieran y se entristeció más por la actitud de ella hacia él, llegando a la conclusión que la había perdido para siempre y decidió que ya no la buscaría más. Así mientras el sentimiento se mantenía y lo acompañaba a pesar que el tiempo no se detiene, paso malos momentos donde el malestar muchas veces lo envolvió.

Pero una tarde, mientras Grischa regresaba vio a Natalyja a lo lejos, pero este ya no fue tras ella, solo se quedó observándola maravillándose de cómo los años la habían vuelto aún más hermosa que como la conoció. Su corazón se incendió de pasión y era puro fuego lo que allí ardía, con la intensidad como los corazones enamorados son capaces de arder, sin embargo el ya había tomado la decisión de que si Natalyja ya no quería que el fuese su compañero, tenía que respetar su decisión así que se marchó por otro camino.

Un tiempo después, el sentimiento que ardía en él era demasiado para que un cuerpo lo soportase, de pronto se encontró a orillas del Mar Negro y después de observar sus agua por un breve momento, fue caminando hacia las aguas mientras el sol se ocultaba, hasta que poco a poco desapareció en ellas.
Quienes supieron el dilema que Grischa enfrentaba, se dieron cuenta que desde ese triste momento los atardeceres se tornaron mucho más rojos comparándose al color del fuego, un ardor que ni las aguas frías del Mar Negro pudo apagar u que ahora se refleja en esos melancólicos atardeceres. Natalyja disfrutaba observar ese cielo pero nunca supo que el color carmesí se tornó así como memoria de su amor de juventud.


Las imágenes que se muestran fueron encontradas en la red, tienen sus propios autores y/o dueños solo se han colocado como información y guía del tema que estamos tratando.
Si te agrado este articulo, no olvides suscribirte a la página Aquí



0 comentarios: