lunes, 10 de octubre de 2016

Leyenda Sioux de Toro Bravo y Nube Alta

Entre los indios Sioux de antaño, se cuenta una vieja leyenda que nos habla del amor, el individuo, y la pareja, la reflexión que nos da es para meditarla y puede que más aun por los tiempos que estamos pasando, espero sea de su agrado.


Se dice que una vez llego hasta la tienda de un viejo chaman de la tribu dos jóvenes agarrados de la mano, Toro Bravo quien era de todos los jóvenes guerreros el más valiente y honorable y Nube Alta, hija del cacique, de las jóvenes una de las más hermosas de la tribu.

- Nos amamos -empezó el joven.

- Y nos vamos a casar -dijo ella.

- Y nos queremos tanto que tenemos miedo.

- Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán.

- Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos.

- Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.

- Por favor -repitieron-, ¿hay algo que podamos hacer?


El chamán se emocionó con la fuerza de sus palabras, más aun con la imagen que proyectaban, tan jóvenes, tan enamorados.

- Hay algo... -dijo el viejo después de una larga pausa-. Pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada.

- No importa - dijeron los dos.

- Lo que sea - ratificó Toro Bravo.

- Bien - dijo el brujo- Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, después deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?... La joven asintió.

- Y tú, Toro Bravo –dijo el chamán-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta... –el joven asintió - salgan ahora.

Los jóvenes estuvieron un momento juntos, sin decirse ni una palabra, sus ojos se miraban y como si se entendieran cada uno sonrió y se dirigieron cada uno rumbo a su misión, ella hacia el norte y el hacia el sur.

Paso el tiempo y ambos jóvenes llegaron frente a la tienda del chaman, cada uno cargaba una bolsa de tela que al parecer contenían las aves que se les pidió.

El chamán les pidió que con cuidado las sacaran de sus bolsas para poder observarlas, los jóvenes los hicieron y después que el chamán las examino dio su aprobación, pues eran verdaderos ejemplares, hermosos como pocos y sin duda las mejores de toda esa región.

- ¿Volaban alto? -preguntó el brujo.

- Sí, sin duda. Cómo lo pediste... ¿y ahora? - preguntó el joven- ¿lo mataremos y beberemos el honor de su sangre?

- No -dijo el chamán.

- Las cocinaremos y comeremos su esencia en su carne -propuso la joven.

- No - repitió el chamán -. Hagan lo que les digo. Tomen las aves y atenlas por las patas con estas tiras de cuero... Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

Los jóvenes siguieron las instrucciones y luego soltaron a los pájaros.

El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero no lograron ni elevarse un centímetro, sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad de moverse, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.

El chamán observaba tanto lo que pasaba a las aves como las expresiones de los jóvenes, espero un poco y dijo:

“Este es el conjuro… Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, ¡vuelen juntos pero jamás atados!”


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