jueves, 17 de noviembre de 2016

La leyenda del Lobizón

Mientras que leyendas en distintas culturas hacía hincapié en ciertos hombres que se transformaban en bestias como el caso del hombre lobo francés (Gevaudán 1764), existen historias más antiguas que van hasta el tiempo del mito. Así pues entre Argentina y Uruguay ya existía un ser capaz de transformarse en hombre lobo antes que los conquistadores supieran de estas tierras es el caso del Lobizón.



Sea Lobizón o Lobisón, la leyenda dice que el séptimo hijo varón de una pareja, carga con esta maldición, por este motivo fue común que en siglos anteriores en estos países los presidentes elegidos apadrinaban al séptimo hijo de una familia en el bautizo para romper la maldición y el vínculo de la bestia.

Sin embargo, no es la luna llena quien hace que el lobizón emerja del cuerpo humano de alguna pobre alma como ocurre con el hombre lobo europeo, sino que en la noche del viernes, cuando el reloj marca las doce es cuando ocurre la transformación, este detalle fue tardío con la llegada de los conocimientos de la semana y las horas, pues según dicen este día y la hora es la más preciada de las brujas y chamanes malignos, aunque algunos también mencionan el martes. En esa noche la persona con la maldición siente el llamado, e instintivamente se aleja a los montes, lejos de los poblados y la compañía de otras personas. Cuando el momento llega su instinto le dice que debe quitarse toda la ropa y mientras da tres vuelta sobre sí mismo de derecha a izquierda ocurre la metamorfosis, con la llegada de las nuevas religiones han aumentado más cosas a la antigua creencia, como que reza el credo al revés entre otras.

De pronto de la oscuridad emerge el individuo completamente transformado, se le describe como si fuera un perro o lobo negro grande con orejas desproporcionadas que le pueden caer sobre el rostro y con las que emite un fuerte ruido, sus patas terminan en pezuñas parecidas a las de las cabras, de cerdo o incluso de burro. En esta forma sale por los campos a hacer sus maldades por todo lo que dure la noche hasta el amanecer o al primer canto del gallo.

Va por los graneros, los gallineros y cobertizos en busca del excremento de los animales que según dicen es su alimento más preciado, también gusta de escarbar en los cementerios en busca de carroña, cuando los perros sienten en la noche la presencia del Lobizón, aúllan descontroladamente.

Hay de aquella familia que descuide a un niño y más si este no está bautizado, el lobizón no dudara en destrozarlo y alimentarse de el para equilibrar su dieta de porquerías que el instinto le hace comer, pero esto último tiene influencia de los grupos religiosos llegados posteriormente. Según la leyenda, al lobizón se le puede matar si es que se le dispara con una bala bendecida, cuando a ocurrido, el tirador al llegar a ver el cuerpo del lobizón encontraría solo el cuerpo desnudo sin vida del hombre que sufría la maldición nunca el del animal.

Antiguamente se reconocía a alguien que tenía la maldición cuando en su comportamiento este  reflejaba que era huraño, antipático, desgarbado, extremadamente delgado, con la piel amarillenta como si sufriera anemia, con un olor rancio y desagradable, descuidado en el vestir y en forma general casi intratable.

Un dato adicional del lobizón es que se decía que los sábados solía caer enfermo en forma humana, con fuertes dolores abdominales por todas las porquerías que había comido el viernes por la noche, en la actualidad ha disminuido hasta casi desaparecer el lobo de crin argentino, por el miedo que el lobizón hacía en el corazón de los pueblos desde tiempos antiguos.


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