
Hace cientos de años atrás cuando las tribus mapuches
habitaban en los fértiles valles de la cordillera, había en una tribu un
cacique altanero llamado Painemilla que significaba oro azul, este era muy
violento, a la fuerza quería imponer su supremacía sobre las otras tribus del
valle.
Aquellos quienes no se sometían se volvían sus enemigos
irreconciliables y por este motivo las frecuentes guerras tocaban las puertas
en la zona.
Este fue el caso de Huenumán que significa cóndor del cielo,
este no llego a doblegarse ante el acoso del jefe vecino por eso junto a su
gente luchaban por su independencia y autonomía, esto fue por largo tiempo creando
un odio entre estos dos pueblos.
Sin embargo en medio de esos enfrentamientos algo ocurrio,
pues la joven hija de Painemilla llamada Millaray (flor de oro) se enamoró con
locura de Ñancumil (aguilucho de oro), que era el hijo justamente del líder enemigo,
el cacique Huenumán, y ella fue correspondida. Todos sus encuentros fueron a
escondidas por temor al odio de sus padres.
Un día, toda la tribu de Painemilla se encontraba celebrando
un Nguillatún, todos reunidos en una gran explanada. Al llegar la noche todos dormían
menos la machi la cual velaba junto al altar, pues cuidaba la sangre del altar
sacrificado. Un graznido en la oscuridad alerto a la machi pues el Pun Triuque
(chimango de la noche), rompió la calma y de quien se dice escucharlo así, es
el presagio de desgracias.
La machi se estremeció y escucho atentamente alrededor,
esperando ver qué pasaba a través de las tinieblas, un ruidito la alerto y
observo hasta que su vista se graduó a las sombras y vio a dos jóvenes que
estaban moviéndose agarrados de la mano. Eran Millaray y el hijo del enemigo, la
machi estaba perpleja y antes de hacer cualquier cosa, decidió consultar con el
pillán, la deidad de su devoción para llegar al entendimiento de esta situación
y saber cómo proceder.
–“¿Debo o no avisar al padre de la niña?” –“Sí” -le contestó el
pillán.
Rápidamente fue a la tienda del cacique y delato a los jóvenes, en
ese momento escucho por segunda vez el graznido del Pun Triuque, ¡Oh desgracia!
Painemilla encolerizado ordeno a su gente que sigan a los
muchachos y los capturen, no paso mucho tiempo en que los trajeron de vuelta
apresados. El juicio fue rápido y ambos fueron condenados a muerte.
Los muchachos explicaron que querían casarse, querían respetar las
costumbres de las tribus, los rituales y nada de lo que habían hecho estaba
mal, sin embargo no fueron escuchados, la sola idea de no participar en el odio
hacia el bando contrario era considerado gran delito.
Ya se disponían a ejecutar la sentencia y de nuevo se escuchó el grito
del Pun Triuque, pero esta vez la gente
esta tan metida en el asunto que a nadie le importo, los jóvenes habían sido
atados a un poste y entre gritos e insultos fueron abatidos con lanzas y
machetes teniendo ambos la más cruel de las muertes.
Dejaron ahí los cuerpos sin vida aun amarrados del palo y toda la
tribu se retiró a sus tiendas, pero nadie estaba preparado para lo que vieron
al día siguiente, pues en el lugar donde los cuerpos estaban, unas hermosas
flores nunca antes vistas habían nacido. Se parecían a las margaritas pero tenían
largos pétalos anaranjados y se abrazaban al poste del sacrificio igual a una
enredadera o como solían hacer los enamorados.
-¡Quiñilhue, Quiñilhue! –gritaron admirados los primeros que las
vieron.
Todos fueron a ver al prodigio y no salían de su asombro.
Avergonzados y arrepentidos, los mapuches empezaron a venerar esa flor llamada Mutisia
por los blancos que desconocen su origen, y desde entonces le dicen Quiñilhue
como los primeros que la vieron. Las almas de los jóvenes amparadas por el Futa
Chao (padre grande) en el país del cielo, se amarán por siempre, mientras esa
delicada flor de pétalos dorados nos recuerda su martirio dado por hombres
injustos.
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sus propios autores y/o dueños, solo se han colocado como información y guía del
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