Aquí traigo una historia de la India, que actualmente se cuenta a
los niños en distintos países del mundo, como un relato con moraleja donde no siempre el que parece el menos astuto lo es en verdad,
espero sea de su agrado y puedan compartirlo por el potente mensaje que lleva, disfrútenlo.
Había una vez un Brahmán, que era un santo hombre, sacerdote de
una religión que le prohibía hacer daño a ningún animal y le mandaba tratarlos
como hermanos.
Un día este Brahmán atravesaba un pueblo de la India, cuando vio
en una jaula de bambú un tigre, allí expuesto por los vecinos para venderlo a
un circo ambulante. El pícaro tigre, que se había comido todos los rebaños,
había sido cazado pocos días antes.
—¡Hermano Brahmán, hermano Brahmán! —gritó el tigre—. Ábreme la
puerta y déjame salir a beber agua, que me muero de sed.
—Pero, hermano Tigre -dijo el Brahmán—, si abro la puerta de la
jaula, me saltarás encima y me comerás.
—¿Cómo puedes creer que yo haga tal cosa? —se lamentó el Tigre—.
En la vida podría yo pensar en hacerte mal. ¡Déjame salir un solo instante nada
más para beber un sorbo de agua, hermano Brahmán!
El Brahmán abrió la puerta de la jaula y dejó salir al Tigre, pero
en cuanto éste estuvo fuera saltó sobre el pobre hombre para comérselo.
—¡Hermano Tigre! —gritó el hombre—. ¿Qué vas a hacer? Tú me has
prometido no comerme. Esto que tú haces no es justo ni honrado.
—Esto es honrado y justo —dijo el Tigre— y si no lo es me da lo
mismo. Yo te voy a comer.
Pero el Brahmán suplicó al Tigre, con tantas y tan bondadosas
razones, que él concluyó por consentir en esperar a comérselo hasta que
hubieran consultado a los cinco primeros seres que se encontraran por el
camino.
Lo primero que vieron fue una palmera.
—¡Hermana Palmera! —dijo el Brahmán— ¿Crees tú que es honrado y
justo que el Tigre me coma, después de ser yo quien le ha abierto la jaula?
La Palmera inclinó su cabeza para mirarlos y dijo con una voz
floja:
-Durante el verano, cuando el sol abrasa, los hombres vienen a
resguardarse a mi sombra y a refrescarse con mis frutos: luego, cuando viene la
noche y han descansado, rompen mis ramas y destrozan mis hojas, porque el
hombre es de una raza injusta. Que el Tigre se coma al Brahmán.
El Tigre saltó sobre el Brahmán, que gritó:
—¡No! ¡Todavía no! Aún no hemos consultado más que a uno y faltan
cuatro.
Un poco más allá encontraron un búfalo tumbado en medio del
camino. El Brahmán le dijo:
—Hermano Búfalo, ¿crees tú que es honrado y justo que el Tigre
quiera comerme cuando acabo de abrirle la puerta de la jaula?
El Búfalo los miró con aspecto de ser muy desgraciado y les dijo
con voz baja y profunda:
—Cuando yo era joven y fuerte, mi amo me hacía trabajar duramente
y yo le servía bien. Yo llevaba pesados fardos y arrastraba enormes carretas,
pero ahora que soy viejo e inútil, me abandona en el camino, sin agua y sin
alimento, para dejarme morir. Los hombres son ingratos. Que el Tigre se coma al
Brahmán.
El Tigre fue a saltar sobre el hombre, pero éste le detuvo:
—Hermano Tigre, éste es el segundo ser a quien preguntamos y aún
faltan otros tres.
El Tigre gruñó un poco, pero consintió
en seguir andando hasta llegar a la montaña.
De pronto, la sombra de un águila que volaba sobre ellos les hizo
volver la cabeza. El Brahmán imploró:
—¡Hermana Águila! ¡Hermana Águila! Dinos si te parece justo que el
Tigre quiera comerme, después de haberle librado de un terrible encierro del
que no hubiera podido escapar solo.
El Águila siguió planeando lentamente sobre ellos durante unos
momentos. Luego descendió y habló con voz clara:
—Yo vivo en las nubes y nunca hago ningún daño a los hombres. Sin
embargo, cuando ellos pueden encontrar mi nido, matan a mis hijos y me lanzan
flechas. Los hombres son de una raza cruel. Que el Tigre se coma al Brahmán.
El Tigre saltó sobre el Brahmán, y el pobre hombre se vio apurado
para convencerle de que todavía debía esperar.
Consintió, al fin, y continuaron su camino. Un poco más lejos
vieron un cocodrilo casi enterrado en el légamo, cerca del río.
—¡Hermano Cocodrilo! ¡Hermano Cocodrilo! —gritó el Brahmán—. ¿Te
parece verdaderamente justo que este Tigre me quiera comer luego de haberle
librado de la jaula?
El viejo Cocodrilo se revolvió en el légamo, gruñendo y
resoplando, y dijo con voz rota:
—Yo estoy todo el día echado en el légamo sin moverme porque soy
viejo, no tengo dientes ni fuerza para andar. Yo no puedo cazar y soy inocente
como una paloma. Sin embargo, cuando los hijos de los hombres me ven, me tiran
piedras, me pinchan con palos puntiagudos, me insultan, se burlan de mi
impotencia. Los hombres son de una raza cobarde. Que el Tigre se coma al
Brahmán.
—Me parece que ya hay bastante con lo que hemos oído —dijo el
Tigre—. Todos saben que la raza del hombre es mala. ¡Vamos!
—¡Pero aún falta uno, hermano Tigre! —gritó el pobre Brahmán—.
Acuérdate de que eran cinco los que debíamos consultar.
El Tigre acabó por consentir, aunque contra su voluntad. Bien
pronto encontraron un chacal pequeño que iba trotando alegremente por el
camino.
—¡Hermano Chacal! ¡Hermano Chacal! —gritó el hombre— Dinos lo que
piensas de esto. ¿Crees tú verdaderamente justo que me quiera comer el Tigre
luego de haberle sacado de su jaula?
-¿Qué es lo que quiere hacer el Tigre? —preguntó el Chacal
deteniéndose y mirándolos con cara de asombro.
—Te estoy diciendo —siguió diciendo el hombre alzando la voz por
si el Chacal era sordo- si tú crees justo y honrado que el Tigre me coma,
siendo yo quien le ha abierto la puerta de su jaula.
—¡La jaula! —repitió el Chacal mirando a otro lado.
—Sí, sí; la jaula —continuó el Brahmán—. Nosotros queremos saber
tu parecer sobre esto.
—¡Ah!, vosotros queréis saber mi parecer sobre esto… Entonces yo
os ruego que me expliquéis mejor lo que ha ocurrido, porque yo soy algunas
veces muy torpe para comprender… ¿Qué es en verdad lo que ha pasado?
—¿ Crees tú —volvió a repetir el Brahmán— que es honrado y justo
que el Tigre quiera comerme, cuando yo soy quien le ha hecho salir de la jaula?
—¿De qué jaula? —volvió a preguntar asombrado.
—La jaula donde estaba. Tú sabes que…
—Pero yo no comprendo —interrumpió el Chacal—. ¿Y dices que tú le
has sacado de la jaula?
—Sí, sí, sí. Ha ocurrido de esta
manera. Yo iba por el camino y he visto al Tigre que…
-¡Oh, qué lío! —dijo el Chacal echándose las manos a la cabeza—.
No podré comprender nunca si te empeñas en contarme una historia larguísima sin
empezar por el principio. Es preciso hablar con claridad para que yo me entere.
¿Qué clase de jaula era esa?
—Una gran jaula corriente… una jaula de bambú.
—Una jaula corriente… Eso no quiere decir nada. Sería mejor que me
enseñaras y entonces comprendería en seguida.
Los tres volvieron atrás y llegaron caminando hasta la entrada del
pueblo, donde estaba la jaula.
—Ésta es la jaula corriente y de bambú, como puedes ver -dijo el
Brahmán.
—Bueno… ya empiezo a comprender -dijo el Chacal—. Ahora necesito
saber dónde estabas tú, y qué hacías, hermano Brahmán.
-Yo pasaba por aquí, por el camino.
-Y tú, Tigre, ¿dónde estabas?
-¿Dónde iba a estar? ¡Estaba en la jaula! -gruñó el Tigre que
comenzaba a impacientarse, y tenía deseos de comerse a los dos.
-¡Oh, perdóname, ilustre señor! —dijo el Chacal haciendo
reverencias—. Yo soy verdaderamente muy poco inteligente, y no puedo darme
cuenta de nada si no lo veo… Si eres tan amable, señor Tigre… ¿Cómo estabas
dentro de la jaula? ¿En qué postura estabas?
—¡Idiota! —gruñó el Tigre-. Estaba así —y el Tigre entró dentro de
la jaula—, echado en este rincón —y el Tigre se echó en el rincón— y con la
cabeza vuelta hacia allá —y el Tigre volvió la cabeza.
—¡Oh, gracias, gracias! —dijo el Chacal— Ya comienzo a ver claro…
Pero aún hay algo que no comprendo. ¿Por qué estabas dentro, ilustre señor
Tigre?
—¿Es que no puedes entender que la puerta estaba cerrada,
estúpido? —siguió furioso el Tigre.
—¡Ah! ¿Conque estaba la puerta cerrada? ¡Ya, ya! ¡Qué extraño es
todo esto! Yo no lo comprendo bien… La puerta estaba cerrada… Pero, ¿cómo
estaba cerrada la puerta?
—Así —dijo el Brahmán cerrándola.
—¡Ah! Así… Muy bien. Pero yo no veo por qué el señor Tigre no
podía salir solo. Todas las puertas pueden abrirse y para eso están hechas.
—Pero es que estaba echado el cerrojo.
—¿Cómo? ¿Qué queréis decir con eso de estar echado el cerrojo?
¿Qué cosa es echar el cerrojo?
—Esto —dijo el Brahmán corriendo el cerrojo de la jaula—. Esto se
llama echar el cerrojo y el que está dentro de la jaula ya no puede salir por
más esfuerzos que haga…
—¡Ah! Ahora lo comprendo todo…, eso es echar el cerrojo y el que
está dentro ya no puede salir por más esfuerzos que haga… Verdaderamente el
hombre es de una raza inteligente y está obligado a serlo siempre… Pues bien,
amigo mío —dijo al Brahmán-, ahora que el cerrojo está echado, yo te aconsejo
dejarlo así y no abrirlo más… En cuanto al Ilustrísimo Señor —continuó
dirigiéndose al Tigre—, le aconsejo que se tranquilice y espere con paciencia,
pues es posible que no tarde mucho en hallar a otro hombre que le abra la
puerta.
Luego, volviéndose hacia el Brahmán,
le hizo un saludo profundo.
—Adiós, hermano. Tu camino va por aquí, y el mío por allí. Buenos
días.
Y se fue.
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