lunes, 26 de junio de 2017

La leyenda de Pukagaga

Este es un antiguo relato que trata de la solitaria y triste campiña Pukagaga, el cual se sitúa en el distrito Simón Bolívar a tres kilómetros de Paragsha, de aquí se cuenta lo siguiente…


Una antigua leyenda indígena dice que Pukagaga estaba ubicado en las cercanías de Huicra del cual solo queda una laguna, pero que en su tiempo fue un pueblo muy poderoso y al mismo tiempo salvaje, se dice que sus pobladores fueron los primeros habitantes de Pasco.

Cuentan que una mañana, en una época que se pierde en el olvido, sucedió que en el pueblo hubo una gran escasez de alimentos. En un momento los productos alimenticios desaparecieron misteriosamente. Los habitantes no supieron que hacer y el caos comenzó a esparcirse en el pueblo, todos robaban los bienes de todos, y esto solo podía derivar en más caos empeorando el problema de la hambruna.

Con el paso de los días se dieron cuenta que algunos pobladores desaparecían para no volver, nadie podía explicarlo ni darse cuenta cuando pasaba esto. Algunos pobladores pidieron ayuda a los pueblos vecinos de Huicra, pero estos eran despiadados y no les daba ni siquiera agua fría.

El caos creció, se formaron grupos que cansados delos padecimientos y buscando una manera de sobrevivir a la hambruna, formaron bandas criminales que se cuidaban entre si produciéndose una salvaje carnicería entre ellos. Los más débiles y humildes, como ancianos y niños solo podían dar gritos lastimeros por el horrendo escenario que observaban. Pues los más fuertes y valientes del pueblo que siempre habían sido un ejemplo a seguir se transformaron en el terror del pueblo llegando incluso a volverse antropófagos para poder seguir sobreviviendo. La enorme población en unos pocos días quedó reducida a solo un centenar de sobrevivientes.

El relato hace mención de la sangre de las víctimas, en especial de las mujeres y niños que desde el mas allá clamaban venganza para con sus victimarios.

Una mañana de sol radiante, se vio acercarse a un joven de aspecto guerrero, tenía en su poder una especie de flauta y la hizo sonar apuntando a los cuatro puntos cardinales, de pronto emergieron de la tierra columnas humanas como rebaño de ovejas de los cuatro puntos donde el apunto. Se pudo reconocer que eran las victimas del pueblo que habían sido devorados por sus propios paisanos y ahora se encontraban mezclados con ellos.

Este extraño guerrero solo estaba armado de una lanza, reunió en dos grupos a la gente buena y humilde que padecieron todas las atrocidades de sus compañeros. Al primer grupo los envió al Este a la selva y al otro grupo al Oeste hacia la costa. Al grupo que se quedó en el pueblo los formo en varias columnas y les dijo:

  • -          Dormid un momento, veréis la maldad que vosotros habéis hecho.


Ni bien termino de hablar la gente comenzó a caer dormida, sobre ellos el cielo estaba azul y brillante, pero una luz roja comenzó a descender y agrandándose sobre ellos, los que dormían aun podían sentir, pues esta luz roja era como lava de volcán, que al tocar los cuerpos de los durmientes los condensaba apagando sus quejidos y gritos de arrepentimiento que algunos dejaban salir a pesar de su estado.

Petrificada la lava, la columna llego a tener alrededor de 30 metros de altura, con el paso del tiempo, la gente de los pueblos vecinos comenzaron a  llamarlo Pukagaga, que quiere decir piedra rojiza o colorada en recuerdo de la sangre de las personas devoradas.

En la actualidad, Pukagaga es un paraje triste y solitario donde los campesinos y pastores apacientan tranquilamente sus ovejas. Varios habitantes del lugar mencionan que ese paraje aún está encantado pues de acuerdo con sus creencias dicen que los espíritus de la gente que quedó atrapada en la lava aún siguen esperando ayuda para ser liberados.

Actualmente en sus paredes rocosas se puede observar pequeñas cavernas con restos humanos, los cuales según cuentan buscan vengarse del intruso que ose molestar sus restos llegando al extremo de castrar al intruso masculino o pudrimiento vaginal si se tratase de una mujer, aunque también pueden castigar con otras enfermedades incurables. Los moradores de esta zona tienen mucho respeto por este lugar y suelen llamar a los espíritus como “awelos”, “jirkas” o “gentiles” con un gran respeto en la mención para evitar que les ocurra algo malo por la impertinencia. En esas cuevas algunos dejan ofrendas a las cuales llaman “mesa” que puede ser hojas de coca con alguna bebida alcohólica, frutas, caramelos o similar.

Más bien, los que sí tienen asuntos en ese extraño lugar, son los hechiceros y pitonisas que buscan hacer contacto con el “Taita Jirka” para preguntarle sobre el destino o que le ayude a resolver algún grave problema. Esto ocurre en discretas ceremonias nocturnas que ningún extraño ve, pero aun así, entre esos restos que no pueden descansar, se comenta que existe la maldad, la cual aún busca gente incauta y débil para perderlos en sus intrigas.


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